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Distopía
- lectura 4 minutos - 821 palabrasAyer vi una nota en TV sobre cómo se usan drones con parlantes para vigilar el comportamiento de la gente en las calles.
Si no se respeta el “distanciamiento social”, el controlador del dron les habla a través del parlante para indicarles cómo comportarse.
La nota la hicieron sobrevolando una fila de personas en un supermercado en un barrio central de Santiago.
De repente la gente escuchaba un sermón llegando desde el cielo como si fuera un episodio del Viejo Testamento, o la voz atronadora de Zeus dispuesto a enviar su rayo si no cumples con las reglas que nos rigen durante la pandemia.
Otra imagen, otra nota televisiva: policías de distintas partes del mundo con cascos equipados de cámaras equipadas con sensores de calor. Lentes oscuros con capacidad de realidad aumentada.
La imagen de los policías me recordó a esos viejos episodios de la dimensión desconocida en los ochenta, o esa serie de ciencia ficción V - Invasión Extraterrestre, o incluso a la película RoboCop.
Lo que molesta, al menos a mi me molesta mucho, es que la televisión se esmera en perseguir a la gente más humilde, ellos son los “porfiados” que no respetan las normas que dicta el gobierno.
Damivago un caricaturista chileno reflejó muy bien mi molestia en estas viñetas:
Las normas están bien, no las discuto, debe haber cuarentena, debe haber distanciamiento físico (que es el término correcto), pero hay que hacerse cargo de que la gente necesita ingresos, y por eso sale a trabajar. Pero además todos hemos sido testigo de los aprovechamientos de esta situación por algunos empresarios, pero aún así las cosas no cambian, y no se logra avanzar en la contención de la enfermedad.
Hay que recordar que si bien la letalidad es baja, la tasa de contagios es tan alta que es esa la razón del colapso de los servicios sanitarios, hay miles que mueren en sus casas por no acceder al sistema de salud, por miedo a contagiarse o simplemente porque no hay capacidad de atenderlos.
Todas estas imágenes me confirman esta idea de que en realidad vivimos en una distopia, pero ¿cuánto es culpa del virus?
Distopía
Alguno me dirá que vivíamos en una distopía desde antes, y en parte tendrá razón, porque lo que las distopias hacen es mostrar los defectos de nuestra sociedad proyectados en escenarios distantes, en mundos post apocalípticos o futuros imaginados.
La palabra distopía nace como negación a la Utopía. Tomás Moro escribió su novela que estableció el término en 1516, para describir una sociedad ideal, que no existe. De ahí el nombre, que deriva del latín y que quiere decir “no hay tal lugar”.
La distopía fue usada al parecer por primera vez por el filósofo John Stuart Mill, y su significado sería “mal lugar”.
Casi todos los relatos de este tipo nos cuentan sobre un origen en el paado, un evento importante e histórico que lleva a un quiebre de la sociedad y la instauración de un nuevo orden autoritario o caótico.
Entonces podemos identificar dos tipos de distopias:
- Aquellas que hablan de gobiernos totalitarios y opresores.
- Las que muestran un mundo sin gobierno donde todos luchan por sobrevivir.
Las primeras son de eminente corte político, las segundas tienen su origen en desastres ambientales, pandemias o catástrofes causadas por la ciencia o la tecnología (el clásíco relato de zombies es de este tipo).
El género ciberpunk plantea un giro interesante. El futuro gobernado por mega corporaciones y el uso de tecnología avanzada. Lo que se resume en la frase “High Tech - Low Life”, que caracteriza este tipo de relatos.
En muchos sentidos estamos en una distopía ciberpunk.
Un grupo de privilegiados puede tele trabajar y vive aislado en barrios protegidos de las masas más pobres que son vigiladas por drones y policías equipados de gafas de realidad aumentada, para controlar el tránsito de los trabajadores, que deben portar salvo conductos digitales.
Estas elites se abastecen gracias al concurso de miles de drones humanos que recorren la ciudad para traerles alimentos y bienes de consumo electrónico, o prendas de vestir. La fibra óptica y el acceso a la red de alta velocidad garantiza que no tengan que exponerse ni arriesgar su salud.
Hay otro círculo intermedio, los beta, como los llamaría un Aldous Huxley, que también tendrán acceso a la red y podrán tele trabajar en forma parcial, o dedicarse a darnos servicios auxiliares, necesarios para mantener una nueva economía basada en servicios digitales. Esta clase liberará su frustración a través de redes sociales y satisfará su necesidad de entretención con el acceso a servicios de streaming.
En el tercer círculo, los gamas, el grupo que requerirá más vigilancia, la periferia de los que carecen de conexión, o tienen una de pobre calidad, que apenas alcanza para consumir dramas religiosos, o televisión de farándula.
Y esto no se diferencia mucho del modo en que siempre han sido las cosas y siempre serán.
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