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Filoctetes
- lectura 4 minutos - 702 palabrasDe todos los guerreros aqueos que partieron a la guerra para vengar la deshonra de Menelao, tras el rapto de Helena por parte de Paris principe de Troya, Filoctetes era notable no solo por su bravura, sino por la maravillosa herencia de la cual era poseedor: el arco y las flechas del mismísimo Hércules.
Pero este bravo guerrero sufrió un terrible percance que le impidió llegar al campo de batalla. Mientras caminaba por la isla de Crisa, durante un descanso del largo viaje hacia el Bósforo, es mordido en el pie por una serpiente. Esta herida no es mortal, pero le provoca terribles dolores, y la misma expele un olor insoportable. La suma de las quejas de Filoctetes y el hedor de su herida provocan que sus compañeros, incitados por Odiseo, decidan abandonarlo en la isla de Lemnos.
Durante diez años Filoctetes se lamenta día y noche, tanto de los dolores de su herida, como de la traición y el abandono del que es objeto. Diez años, ¡pasa diez años quejándose!
Durante esos mismos diez años sus compañeros luchan a las puertas de Troya sin lograr conquistar la ciudad. Un oráculo revela un requisito, para conquistar Ilion es necesaria la presencia de Filoctetes y su prodigioso arco. No es el único requisito para conquistar la ciudad, otro exige la presencia en el campo de batalla de Neoptólemo, el joven hijo del fallecido Aquiles. Los aqueos encomiendan a Odiseo la misión, y este decide ir a buscar al joven en primer lugar, y decide usarle como mensajero para convencer al amargado Filoctetes, para que vuelva con ellos, evidentemente Odiseo no podía acercarse al herido, pues él era el que había incitado a los demás a que le abandonaran en el islote.
Al principio Neoptólemo decide tratar de convencer al viejo Filoctetes, pero duda también de las intenciones egoistas de Odiseo, después de escuchar las quejas del guerrero herido. La cosa se complica, Odiseo interviene, hay rechazo, y parece que no existe manera de convencer a Filoctetes para que los acompañe a Troya. Cuando finalmente han decidido volver, y estando despidiéndose Neoptólemo de Filoctetes aparece milagrosamente Hércules, quien ha descendido del Olimpo con una instrucción para ambos:
“Sabe bien [Filoctetes] que te está señalado un destino honroso, y que gozarás de una vida gloriosa a cambio de tus males. Después que hayas llegado con éste a la ciudad troyana, curarás por de pronto de tu mal terrible, y elegido como el más bravo de todo el ejército, con ayuda de mis flechas arrancarás la vida a Paris, causante de estos males, y devastarás Troya…. Y a ti. Hijo de Aquileo te advierto también: no podrás abatir Troya sin él, ni él sin ti; antes bien, unidos como dos leones, no os separeis. Yo enviaré a Ilión a Asclepio, que te librará de tu mal: porque Ilión está destinada a que dos veces la tomen por mis flechas.”
Ambos quedan convencidos y comprometidos con el semidios, resueltos a viajar a Troya para cumplir el oráculo y la orden del hijo de Zeus.
No sólo la herida de Filoctetes es curada por los hijos de Asclepio, sino que tal como profetizo el héroe sus flechas son las que matan a Paris. Y el joven Neoptolémo es uno de los guerreros que se esconde en el famoso caballo con el que los griegos logran tomar finalmente la ciudad.
Hay muchas cosas que podemos aprender de esta historia, narrada magistralmente por Sófocles en una de sus tragedias.
Filoctetes, el heredero de un don maravilloso, engañado por un mal intencionado compañero, afectado por una lesión, que ni siquiera es mortal, sino que molesta, se deja abandonar por sus colegas. El que tiene la clave para la conquista de Troya decide hundirse en su autocompasión. En vez de enfrentar las adversidades, de enfrentar a sus compañeros, se queja amargamente todo el día, quizás no era tanto el hedor de la herida como el continuo rezongo el que hizo que sus compañeros decidieran abandonarlo.
¿Cuantos Filoctetes conocemos? ¿Cuantas veces hemos sido como él? ¿Por qué esperar diez años y la intervención divina para actuar? ¿Por qué no hacerse cargo de una vez de la propia vida, en vez de lamentarse tanto?
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