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El espíritu de la radio
- lectura 7 minutos - 1401 palabrasBegin the day with a friendly voice
A companion unobtrusive
Cuando era adolescente tenía una pequeña estación de radio FM, no transmitía más allá de 200 metros, pero era uno de mis pasatiempos favoritos, mi primo en el Subarú de mi viejo se estacionaba en la esquina a escuchar mis mezclas. Otros amigos hacían lo mismo. ¿Cuándo, en 1982 ó1983? Yo tendría unos 16 años.
Plays that song that’s so elusive
And the magic music makes your morning mood
Mi padre, a la misma edad, instaló su primera emisora de radio, de hecho mi estación funcionaba con un transmisor que él me hizo. Fue su amor por la radio la que le hizo estudiar electrónica, y convertirse en ingeniero de telecomunicaciones. Me contó que en el patio de uno de sus amigos tendieron un cable para usarlo de antena, y que duraba hasta que la mamá de su amigo decidía tender ropa….
Off on your way, hit the open road
There is magic at your fingers
Recuerdo un largo viaje, desde Santiago hasta nuestra casa en Chuquicamata, todos dormían en la parte de atrás del auto, solo yo y mi viejo, el conducía, yo movía el dial, en AM, y quizás en onda corta. El ruido blanco del receptor, el silencio de nosotros, el ruido del motor, y las estrellas, millones de ellas en los cielos nortinos. No hablabamos mucho con mi padre, lo nuestro era escuchar radio juntos.
For the Spirit ever lingers
Undemanding contact in your happy solitude
Un domingo, yo tendría la edad de mi hija menor, unos 9 ó 10 años, mi padre hacía turno en Radio Loa, en Chuquicamata, estabamos sólos. Vamos a buscar discos, me dijo. Nos metimos en una sala inmensa (para mi), llena de discos, buscamos canciones, mi viejo quería canciones folclóricas, pero no buscaba las típicas canciones conocidas. Fuimos juntando los discos, al lado de la consola y de los tornamesas. Empezó a anotar el orden de los temas, estaba inventando un programa de radio. Tenía un libro, seguramente de Oreste Plath, o de la historia de Chuquicamata, que se yo. Empezó el programa, entre tema y tema, el leía algo. Mi viejo tenía buena voz, educada, Juan Carlos Gil, un antofagastino, que después se convirtió en famoso locutor de radio en Santiago, le enseñó. Cuidaba su dicción, buscaba las palabras adecuadas, como los locutores antiguos, como Petronio Romo, por ejemplo, a quién también conoció, y con quién trabajó, grabando “cuñas”, o avisos para la radio oficial de Codelco.
Invisible airwaves crackle with life
Bright antennae bristle with the energy
No sé cuantos años estuvo su programa al aire, los domingos, pero si sé que tuvo un moderado éxito. A la gente le gusta que le cuenten historias, y eso hacía mi viejo, el las contaba al aire. Se volvió especialista en la historia del norte, y de Chuquicamata natal. Escribía sus guiones en una vieja máquina de escribir, con dos dedos tipeaba, ¿qué cosas habría hecho hoy en día? ¿tendría un podcast? eso es seguro.
Emotional feedback on timeless wavelength
Bearing a gift beyond price, almost free
Mezclar canciones fue el primer paso, buscar en mis cassettes, estaba pirateando, porque grababa los viernes en la noche desde las radios FM que programaban música bailable, y yo la reproducía al otro día. Lo complicado era que las radios colocaban una marca, la voz del locutor diciendo el nombre de la radio, o después, cada un minuto un beep. El truco para saltar esas marcas era la consola, que me permitía mezclar dos o tres canales.
También pude conseguirme discos originales, una vez gané un concurso, y recibí como premio un disco a mi elección, fuimos con mis compañeros, que también habían ganado, uno eligió un Disco de ELO, probablemente Discovery, yo me llevé el vinilo de Kilroy Was Here, de Styx, los “lentos” de ese albúm eran copiados por mis amigos, para ponerlos en las fiestas. Con el tiempo esos amigos empezaron a tocar en una banda.
All this machinery making modern music
Can still be open hearted
Not so coldly charted
The Spirit of Radio es el primer tema del albúm de Permanent Waves, de Rush, que salió a l mercado el 1 de enero de 1980, así que esta canción es la primera de los ‘80, la década en que viví mi adolescencia, donde empecé a vivir mi juventud.
No recuerdo cuando empecé a escuchar a Rush, probablemente fue en la universidad, probablemente a fines de esa década. Como baterista, Neil Peart no era un referente para mi todavía, cuando empezamos a tocar.
It’s really just a question of your honesty, yeah
Your honesty
Nos juntabamos a tocar días enteros, partíamos temprano en la mañana, como las 8 y terminabamos exhaustos en la noche, pasada las 11:00. Sólo nos asomábamos a comer lo que mi madre nos preparaba. Mi viejo nos preparó un amplificador, “el potente”, que curiosamente sintonizaba sólo la radio al poner la guitarra en cierta posición. El espíritu de la radio se colaba por todas partes.
One likes to believe in the freedom of music
Hace años que no toco, ya casi no tengo tiempo, y mi batería junta polvo guardada en alguna parte de la casa. Con mis hijos a veces juego RockBand, pero apenas es un pálido reflejo del placer que sentía tocando en mi banda con mis amigos. No sé si añoro esas horas sólo en mi pieza, perillando, mezclando canciones, no lo creo, pero si sé que era entretenido, y es un bonito recuerdo.
No soy un nostálgico, pero quería recordar, recordar esas cosas, y recordar a mi viejo. Su amor por la radio. Su pasión, que probablemente lo llevó a la muerte.
But glittering prizes and endless compromises
Shatter the illusion of integrity
No sé si ustedes saben, pero esas luces rojas que están en lo alto de las antenas de radio, como faros parpadeando todas las noches, bueno, esas luces también se queman, y hay que cambiarlas. Enormes focos de cientos de watts, deben ser reemplazados por alguien.
Una serie de desafortunados sucesos alejaron a mi padre de las consolas, y de los micrófonos. Lo alejaron a la fuerza, en realidad, porque el nunca habría querido alejarse de la radio, y terminó pasando por distintos trabajos en Codelco, oficinista, dibujante técnico, hasta que por fin un día, pudo acercarse de nuevo a la radio, al ingresar al departamento de telecomunicaciones en Chuquicamata, y una de sus tareas era dar mantención a la radio.
For the words of the prophets were written on the studio wall
Concert hall
And echoes with the sounds of salesmen
Mi viejo era feliz cerca de la radio, y si había que cambiar el reflector de la antena, entonces lo hacía. La antena medía 105 metros de altura, y había que escalarla, colgando del cinturón de seguridad, y subiendo con la pura fuerza de piernas y manos. Toda la mañana se la pasaban subiendo esa estructura de hierro. Era una tarea tan dura y cansadora, que les daban el otro día libre, y por supuesto se les pagaba extra por esa tarea.
Invisible airwaves crackle with life
Bright antennae bristle with the energy
Una vez acompañe a mi padre a reparar un transmisor de radio Calama. Ese día aprendí el inmenso poder de la radio frecuencia, mi padre me advirtió que no me acercara a una zona, aunque no se veían, las ondas podían quemarme. Días más tarde llegó a casa con severas quemaduras, ondas de radio invisible quemaron su piel.
No fue el primer accidente que tuvo, por estar arreglando una antena, o haciendo algo cerca de su querida radio, una vez tuvo una caida muy fea, que lo tuvo en cama varios días. Meses después le diagnosticaron cancer, tenía 39 años.
Emotional feedback on timeless wavelength Bearing a gift beyond price, almost free
Yo no sé si las ondas de radio le causaron cancer, pero si estuvo expuesto a fuertes fuentes de radiación por su trabajo, quizás fue el accidente, talvez algo genético. Mi viejo se fue cuando yo aún no cumplía los 18. El nunca culparía a la radio de su enfermedad, yo no lo haré.
Me quedo con su espíritu, y el espíritu de la radio, ese espíritu que tenía en esa época, y que representaban personas como mi padre, ese espíritu al que le cantan Alex, Geddy y por supuesto a Neil.
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